LA AGONÍA DEL OLVIDO


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En la cima de la montaña y mirando hacia el Este, por donde el Señor regresará a la Tierra. Así fueron enterrados, pensando en el día en el que, por sus creencias, volverán a la vida y allí siguen. El problema es que muy pocos lo saben.

Deep Creek es un pequeño área enclavado en el Great Smoky Mountains National Park en Carolina del Norte. Fácilmente reconocible por sus cascadas los turistas no cesan en busca de actividades tan diversas como el senderismo y el rafting, ignorando que en las cimas de las montañas que los rodean entre la nutrida maleza se encuentran los cementerios de las personas que un día habitaron esa región que desde la distancia la vegetación adquiere un grisaceo color azul.

Great Smoky Mountains National Park fue inaugurado en 1940 por el entonces presidente John D. Roosevelt, aunque el Congreso había aprobado la denominación para este área, que engloba 2.108 kilómetros cuadrados, en 1934. Seis años de diferencia para preparar lo que hoy día se considera una Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.


Sin embargo, incluso la acción más noble que pueda acometerse tiene sus sombras y en este caso las brasas fueron las protagonistas. Great Smoky Mountains es un entorno protegido de cualquier alteración que pueda producir la mano humana y eso hizo que en esos seis años que separan la denominación del parque a su fundación se expropiaran todos los terrenos y se echara a los habitantes de ese lugar.

“Se echó a nuestros antepasados de sus casas y para que no volvieran mandaron quemarlas”, dice con cierta repudia y cierto deje sureño una de las descendientes de aquellas personas que fueron desahuciadas en la década de los 30.

Pese a vivir alejados de los principales núcleos de población, aquellos montañeses disfrutaban también de edificios civiles como escuelas y religiosos, ambos también sucumbieron a las llamas en una de labor, que la descendiente de aquellos montañeses no logra ni imaginar. Para ella solo un hombre sin corazón y con halo frío y sombrío podría haber quemado la que fue la casa de sus bisabuelos.

Si no fuera por los caminos y los puentes nadie podría imaginar que tiempo atrás en Deep Creek vivió gente, sin embargo los que debieron criarse en aquellas montañas y oyeron a sus padres relatos sobre su hogar no olvidan y por eso más de medio siglo después, una vez al año, acuden para honrar y recordar  en los cementerios que ocultan las montañas a aquellos que por muertos nadie pudo desahuciar.

“Alguien hizo una lista de donde estaba enterrado cada quien y tiempo atrás había quien recordaba cuál era la tumba sus abuelos, sus padres o sus tíos y lo decía, ahora ya nadie sabe más allá de los nombres que están grabados en las lápidas. Pero no se trata de eso, sino de respeto”, señala otra de las participantes en el evento.

Una flor de papel en cada tumba y pétalos sobre el camposanto, así es como quedan estos cementerios después de que un reducido grupo de personas decida prestar su tiempo a recordar a sus antepasados en una ceremonia que permite que aún se tenga consciencia de lo que fuimos, de como vivimos y de que agonizando en el olvido aún quedan unos pocos en la cima de las montañas, mirando hacia el este, esperando el día que el Señor vuelva a la Tierra y ellos puedan verlo desde un lugar privilegiado; aunque nadie se acuerde ya de sus nombres.



Unknown

Comunicador, periodista, persona, fotógrafo amateur enamorado de las palomitas, la naturaleza y el humor absurdo. Como Loquillo: "Feo, fuerte y formal"

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